martes, 25 de febrero de 2014

#Estreno - House of Cards

Una de las promos de House of Cards (imagen de Netflix)
Hace unos días Obama decía admirar a Frank Underwood, el personaje de Kevin Spacey en House of Cards. No sé qué me da más miedo... Por desgracia no he encontrado ningún enlace que funcione con esta información así que puede que estemos ante uno de esos artículos mal traducidos que salen a la luz y después vuelven a entrar a las sombras -pena que sólo pase si hablas de Obama. El caso es que la serie le gusta de verdad y el comentario de Spacey en el estreno lo decía todo: «We all know what President Obama will be doing this weekend». Yo hice exactamente lo mismo que él.


El otro día, a costa de un artículo infame en Jot Down, comentaba en Facebook que True Detective ha sido el estreno de la temporada. Ya lo analizaré con calma más adelante. Pero eso es sólo porque House of Cards está en la segunda. La serie de Netflix -que ahora hace ficción de mucha calidad- es seguramente el mejor ejemplo de suspense político que hay en la televisión. The West Wing era interesante, pero estaba en otro nivel. House of Cards es como si Jack Bauer se hubiese transformado en político... bueno, esto era más bien broma, sobre todo porque Jack Bauer tenía toda la pinta de ser Republicano. He de reconocer que llegué muy tarde a la primera temporada. La vi este invierno con el parón de Navidad después de mucho tiempo en mi interminable lista. Y la vi del tirón... Muy pocas series te llevan a eso. Querer más y más de verdad. Irte a dormir pensando en cómo seguirá, aunque una parte de ti lo sabe. Y es que, desde el primer capítulo sabes cómo va a terminar la serie, pero eso no te impide quedarte pegado a la pantalla para ver cómo transcurren los acontecimientos. Y quedarte pegado por la historia, no por la gracia -guiño a HIMYM. Frank Underwood merece una entrada dentro de unos meses, con calma. Mientras tanto la serie completa se merece la suya propia. Sin duda y con urgencia.

*Aviso de SPOILER - A partir de aquí no sigas leyendo si no quieres saber como acaba. Pero claro si no sabes como acaba después de haber empezado a verla, no te estás enterando de la misa la media.


«Democracy is overrated» dice Underwood... F. U. dicen sus gemelos en una escena que grita «Fuck You». Y es que en esta serie hasta los gemelos hablan. Cada gesto está estudiado y cada detalle cuenta. Como decía, sabes como va a terminar. Si los guionistas no lo remedian, Rachel Posner acabará con el 46º Presidente de los Estados Unidos de América. Una prostituta a la que ni siquiera ha visto en su vida. Lo que fácil viene, fácil se irá. Y es que Underwood es de la calaña de Tony Soprano o Walter White. Uno de esos hombres malos, evidentemente malos, a los que les coges simpatía porque son los protagonistas. La diferencia, que Tony en el fondo era bueno y Walter se arrepiente al final. Hasta hoy Frank Underwood me parece un trepa despreciable, capaz de vender a su madre por llegar a donde ha llegado. Aunque todo villano tiene sus límites, y como decían por ahí, tu villano es mi héroe. Si le damos la vuelta a la tortilla las cosas cambian de color.
House of Cards nos enseña esa otra política, la de las conspiraciones que tanto nos gustan, pero conspiraciones a otro nivel, con la verdad por delante, o al menos parte de ella. Nos enseña como el Presidente de los Estados Unidos no es más que una marioneta y cómo un bedel puede mandar más que él -guiño a Los Simpsons en aquel fabuloso capítulo en el que Krusty se convierte en Congresista. Pero entonces te olvidas de la política y empiezas a ver las relaciones humanas, a los personajes, los detalles. Está todo tan logrado que se ven hasta los guiños de Spacey cuando pasa lo que tiene que pasar. «¿Os habéis dado cuenta de lo tontos que son?», es la cara que te pone cada vez que se sale de la pantalla. House of Cards es teatro. Una tragedia griega en tres actos -y si hacen más, ya pueden ser buenos-, que Kevin Spacey ejecuta a la perfección. Haber estado tanto tiempo gestionando The Old Vic se tiene que notar. En su segunda temporada le tengo que dar un sobresaliente. La matrícula de honor me la guardo para el año que viene, aunque supongo que no nos decepcionarán. Un reparto genial, donde hasta los secundarios te atraen. Un guión tremendo, con la dificultad que tiene sorprender sin sorpresas. Una ejecución excelente, con una fotografía cuidada y un ambiente muy logrado. Pero sobre todo, todos los capítulos del tirón, sin esperas, sin cortes, sin tapujos. Esto es televisión a la carta en un restaurante que ni Chicote puede criticar. Netflix, os espero con los brazos abiertos. Frank, estoy deseando que llegue el año que viene...

*Nota al margen: Mientras voy sacando ratos para hablar de ellas, recomiendo fervientemente otras dos producciones de Netflix; Lilyhammer y Orange is the new black. Cada una a su manera merece la pena.

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